Siempre fui una mujer normal. Me gustaba salir a caminar, mirar por mucho rato la belleza del otoño, hojas cayendo, viento soplando, cielo oscurecido, nada del otro mundo, nada fuera de lo común. Siempre creí que la vida no era tan justa con las personas, pero nunca me queje porque creo que los problemas son parte de la vida, son enseñan a ser fuertes y a querer avanzar. Pensaba que el amor existía, esos amores de cuentos de hadas, un final feliz, de esos que duran toda vida, lo creí a tal punto que después de mi primera gran desilusión no deje de pensar que el amor llegaría a mi vida. Soñaba con una persona especial, de esas que están contigo en todo momento y llegue a creer que la tenía junto a mí, Sí lo creía con todo mi corazón… Pero un día todo cambio…
Mi vida se volvió loca, a tal punto que mi cuerpo lo resintió, me diagnosticaron una enfermedad rara a la sangre, grave, si grave y sin cura, pero ojo, puedo vivir con ella. Pase semanas en hospitalizada, mes a mes esa era mi rutina, tratamientos, hospital y casa, ya no podía salir sola, mi cuerpo cambio tanto que decidí eliminar espejos, maquillaje y todos sus derivados, todos estaban volcados a mí, todos me cuidaban y querían que mejorara, pero yo, yo solo quería que todo terminara ya, quería mi vida normal, me sentía tan perdida, tan sola a pesar de la compañía que tenía. Él la persona que decía amarme desapareció, ya no le gustaba verme ni estar conmigo, me decía te amo, pero no lo sentía, se alejó en el momento que más lo necesite y me dolió, me dolió tanto que llegue a tal punto de sentir un vacío dentro, de esos que no sabes cómo llenar, de esos que duele día y noche, estaba sola, me sentía sola en mi momento de mayor dificultad…
Es verdad que mi vida dio un giro tremendo, pero… me sigue gustando el otoño y ver las hojas caer, adoro caminar y mirar la belleza de la naturaleza, aprendí a amar la lectura y el tejido, entendí la soledad no es mala compañía cuando uno está realmente triste y llorar hasta sacar la pena del corazón es una solución lógica, pero que hacerlo seguido es ilógico, no se debe llorar todos los días por lo mismo. Aprendí que la vida es realmente injusta, pero la sociedad lo es aún más, qué es eso de “que triste lo que vive esa persona” pero no son capaces de ayudar, se esconden detrás de compasiones que no sienten, mas eso no me importa. Aprendí que la vida no debe girar en torno a las personas, ni siquiera en torno a aquellas que siempre estuvieron ahí, la vida es una y debe vivirse tratando de ser feliz con nuestro propio concepto de felicidad. Entendí que el amor para siempre y el “juntos por siempre” no existe, el amor no existe, pero sí existen personas que están dispuestas a estar contigo en todo momento. Aprendí que la vida te da un montón de oportunidades de volver a empezar y que volver a empezar no es sinónimo de derrota, sino que apunta más a seguir avanzando cambiando los errores. Aprendí que todo cambia, que el tiempo pasa y que la vida sigue y solo quiere sorprender a aquellos que no se atreven a vivir.